Demetrio Hreñuk
UN CONOCEDOR DE LA YERBA MATE

Apóstoles (Zona Sur) – “El procedimiento esencialmente artificial de curar la yerba mate no favorece en lo más mínimo al producto, ya que lo pondría, por ejemplo a la altura de algunos jugos de frutas fabricados con esencias, que pretenden sustituir el genuino gusto y aroma de un producto noble”, señaló a EL TERRITORIO el vecino Demetrio Hreñuk, antiguo productor yerbatero de la región.
Agregó que “el único procedimiento efectivo para presentar un producto noble, aceptado por el consumidor, consiste en sapecar con atención la hoja verde, proceder al cuidadoso secado, canchar más grueso que fino, ubicar en bolsas bien atascadas, como se hacía antiguamente con los ‘zurrones’, estacionar en lugares secos, y luego de nueve meses, proceder a la molienda y después depositar el producto en envase de arpillera, de 10 ó 20 kilogramos, y estacionar nuevamente unos seis meses”.
“Cumplido este proceso – agregó– si se verifica una de esas bolsas, de inmediato se percibirá nítidamente el aroma característico de la buena yerba, o sea, natural y tradicional, como hace muchos años se percibía desde lejos en los depósitos.
Trayectoria
Por el año 1936, cuando sobre Europa comenzaban a cernirse los nubarrones apocalípticos de la segunda guerra, en el paraje “La Capilla”, Demetrio Hreñuk y Catalina Fedorak, dejaban que sus ilusiones de paz y trabajo comenzaran a fecundar la generosa tierra misionera.
Unidos en matrimonio, asumían un desafío que únicamente la juventud de sus espíritus les permitiría afrontar sin otra evaluación que la que les inspiraba la fe en sus posibilidades.
La zona carecía de caminos y puentes. El único medio de transporte era el “carro polaco”; un presupuesto anual podía establecerse en 100 pesos y la economía de subsistencia era el horizonte de inmediato de los colonos.
Puede afirmarse que en aquel tiempo, sí, se le podía asignar validez relacional a la expresión de anhelo que – muchos años después– los argentinos tomaríamos como un concepto vacío: tenemos objetivos, pero no plazos.
En efecto, los Hreñuk, por ejemplo, en el fondo de su evolución social y económico, igual que todos los habitantes de este suelo bendito tenían objetivos. Pero el plazo para alcanzarlos lo fueron elaborando sobre las huellas del esfuerzo de cada día. Codo a codo con la vida.
El primer secadero de yerba mate de cultivo de los Hreñuk, encendió sus fuegos en 1937. No se apagarían más, como que en sus candentes siluetas, el barbacuá fue el tronco de una historia de un hombre de trabajo.
En tren de recuerdos no puede faltar la mención de Catalina Fedorak “mi esposa que alguna vez por falta de ‘manijero’ estuvo encargada de dar vuelta el tambor de alambre del secador, y ahora se ocupa de cuidar el jardín y cebarme mate”.
“La conocí – memora– en uno de los tantos bailes que se realizaban en casa de los amigos. Después de trabajar, nos reuníamos y ahí nomás se armaba el baile. Por supuesto que no faltaba algún traguito de caña brasilera.
Calidad
Hoy los hijos del matrimonio Hreñuk-Fedorak, elaboran y envasan un producto que mantiene una constante calidad, pues cumple el estacionamiento ideal de acuerdo a los antiguos principios de don Demetrio. Como dice un poeta: “Haced un fuego elemental de troncos, /o no vale la pena. /Voy, si me permitís, a cebar bajo la noche. /Que todo esté a punto, /calibrado, /como una viola,/ como las constantes de una rosa, /o no vale la pena. /Voy a cebar, pero dejadme /ser el mensú, el capanga, el latigazo. /Yo elegiré la pava, el agua, el mate, /la yerba y la bombilla.

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